domingo, 30 de marzo de 2014

Reanimar la vivienda

Es improbable que se pueda concretar una recuperación de la economía española, entendiendo por tal un crecimiento económico interanual sostenido que permita una reducción sustancial del empleo, sin contar con el repunte del mercado inmobiliario. El estallido de la burbuja inmobiliaria, provocada por un mercado de tipos bajos de interés, crédito indiscriminado y precios altos, ignorado por todos los Gobiernos desde 1998, es causa del diferencial recesivo de la economía española respecto de otras que se han recuperado con más rapidez y equilibrio. A pesar de las excusas políticas habituales, que se pueden resumir en “era muy difícil saber que vivíamos en una inflación artificial de la vivienda”, lo cierto es que varias instituciones advirtieron machaconamente sobre el estallido de los precios del metro cuadrado y las nefastas consecuencias de una caída brusca de los precios. De hecho, alguna campaña electoral de 2004 se sustentó sobre la urgencia de cambiar el patrón de crecimiento.


La cuestión esencial hoy es si el mercado inmobiliario ha purgado sus excesos, como se dice habitualmente con una metáfora puritana, y está en condiciones de recomponerse como un activo económico y financiero sólido para los inversores y un modo de crecimiento para la economía. La primera impresión, que tendría que ser contrastada por análisis repetidos, es que la caída del precio es insuficiente; sería beneficioso limar los precios del mercado entre un 15% y un 20% más. Algunos indicadores indirectos lo corroboran, como, por ejemplo, las dificultades de la Sareb para desprenderse de los inmuebles en depósito.


Pero la aparición de nuevos inversores en el mercado inmobiliario español indica que la reanimación puede llegar antes de lo previsto. Los márgenes de negocio que buscan los inversores ya no están en la construcción ni en la promoción —matriz del contubernio político con el ladrillo de tan nefastos resultados no solo para la economía y el empleo, sino para la salud democrática—, sino en la prestación de servicios inmobiliarios. A pesar de que los inversores recién llegados intenten explotar esta veta de actividad, la profundidad del ajuste de precios de la vivienda (todavía no completado) determinará la fortaleza del mercado en los próximos años.


El papel del legislativo es esencial. Se trata, al menos, de no repetir los errores que facilitaron la burbuja. Es importante, por tanto, no estimular la adquisición de vivienda con subterfugios o desgravaciones fiscales. La creación de la burbuja no se explica por la mera relación anómala entre precios (altos), oferta (excesiva) y demanda elevada, sino por el desequilibrio en la estructura del mercado. No existe un mercado de alquiler a pesar de los intentos bienintencionados del Gobierno de Rodríguez Zapatero; y si existe alguna política correcta de incentivos que deba aplicarse hoy es precisamente el estímulo al alquiler. No hay tarea más urgente en el mercado inmobiliario que esa. Es notorio que el Gobierno se ha desentendido de la vivienda, cuando es obvio que se necesitan señales económicas que orienten (sin que quepa intervención) al mercado para reestructurar la propiedad y el alquiler. La recuperación económica esperada se consolidaría con una política de vivienda afortunada.






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