En mayo pasado un dólar valía 72 céntimos de euro; hoy el cambio se cruza a 79 céntimos. Es decir, en seis meses el billete verde se ha apreciado un 9,7%. Y la previsión es que se va a seguir revalorizado. La unanimidad con la que se expresan los analistas a este respecto es tal que hasta resulta algo desconcertante ya el mercado de divisas, si por algo se caracteriza, es por ser volátil, muy especialmente a corto plazo.
“A medio y largo plazo, el dólar subirá respecto al euro hasta acercarse dentro de un año al nivel 1,15 dólares por euro[ahora cotiza a 1,25 dólares]. A corto plazo, sin embargo, se pueden producir movimientos en su contra de la mano de traders o hedge funds que, aprovechando cualquier noticia económica sobre Europa más positiva de lo esperado o más negativa en el caso de Estados Unidos, limpien sus posiciones”, dice Enrique Díaz-Álvarez, director de estrategia de Ebury.
“El único riesgo que valoramos, y con escasa probabilidad, es un posible error de política monetaria en Estados Unidos: bien que la Reserva Federal retire los estímulos demasiado pronto, bien que suba los tipos también antes de tiempo”, explica Manuel Arroyo, director de estrategia de J.P.Morgan AM para España y Portugal. En su opinión, los motivos que apoyan la fortaleza de la divisa de EE UU son las siguientes: Europa tiene menores tasas de crecimiento económico que Estados Unidos; sus tipos bajos de interés se mantendrán bajo mínimos durante más tiempo y, aún son necesarias reformas estructurales en bastantes terrenos.
En la misma línea se expresa Brigitte Le Bris, responsable de divisas y tipos de interés de Natixis Asset Management. “La caída del euro respecto al dólar continuará pero… por supuesto existe un riesgo en este escenario: la propia Reserva Federal. Si ésta decide no aplicar la política prevista….nos embarcaremos en una nueva guerra de divisas”, asegura.
Para Alfonso de Gregorio, director de Gestión de Gesconsult, la depreciación del euro no es más que “el reflejo de desacoplamiento que existe entre las economías de EE UU y Europa y de las diferente políticas monetarias de sus bancos centrales”. En su opinión, las políticas monetarias expansivas (bajada de tipos de interés y compra de activos) comenzaron a aplicarse sin dilación en EE UU desde 2008 y empezaron a retirarse con la mejora consistente de su economía. De hecho, el miércoles pasado, la Reserva Federal acordó dejar de inyectar al sistema mensualmente 15.000 millones de dólares.
“Europa, de una manera bastante timorata, se comenzó a amagar con la aplicación de medidas más contundentes en el verano de 2012, pero no ha sido hasta dos años después con una economía europea perdiendo fuelle y con un entorno cuasi deflacionista, cuando el BCE se ha decidido a aplicar esas otras medidas de inyección de liquidez”, añade De Gregorio.
Para Dominic Rossi, director mundial de inversiones de Renta Variable de Fidelity, no solo los inversores se animarán a repatriar capital hacia activos denominados en dólares, como ocurrió en la década de 1990, sino que, además, la moneda estadounidense debería encontrar apoyo en otros dos factores clave: gracias al boom de la energía del esquisto, EE UU avanza a buen ritmo para conseguir la autosuficiencia energética en los próximos 10-15 años lo que mejorará el saldo de su balanza por cuenta corriente y, además, su saldo presupuestario ha mejorado considerablemente (ha pasado de un 12% a un 4%).
En la economía real, el hecho de que el dólar suba tendrá inicialmente un efecto positivo sobre las balanzas de pago de las economías europeas (especialmente la alemana, muy dependiente del sector exportador que supone el 50% de su PIB). “Los cálculos indican que por cada 10% que se devalúa el euro, el Producto Interior Bruto (PIB) de la zona euro se incrementa un 0,5%”, explica De Gregorio. Se conseguiría así participar en lo que algunos llaman “el juego de la devaluación competitiva”, estrategia de la que, al menos hasta hace poco, no se ha beneficiado la Eurozona, al permitir mantener, para muchos artificialmente, alta su divisa.
En la economía financiera, si el dólar sube parece prudente y puede que hasta rentable “invertir en activos monetarios denominados en dólares americanos a plazo de uno o dos años y con comisiones bajas”, explica Díaz Álvarez. “La rentabilidad financiera se situará en torno al 0,25% pero, se puede multiplicar ésta gracias al revalorización del dólar”, añade el director de estrategia de Ebury, al que “comprar directamente dólares” tampoco le parece una mala alternativa.
Para Fidelity, un dólar fuerte hace que los activos en esta divisa sean más atractivos para los inversores estadounidenses, ya que la revalorización de la moneda complementa las rentabilidades que consiguen en forma de plusvalías y dividendos. “Así ocurrió a finales de la década de 1990, cuando las acciones estadounidenses vivieron una prolongada racha alcista”, recuerdan desde esta gestora. Otra posible alternativa de inversión que se puede estudiar, según Gesconsult, es "la toma de posiciones en valores españoles cuya cuenta de resultados tiene una gran dependencia del área dólar o son exportadoras como Viscofan, Acerinox, Técnicas Reunidas, ACS…”.
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