La mayor parte de las veces, Ben Bernanke y sus compañeros de la Reserva Federal han sido buenos chicos en estos accidentados tiempos económicos. Han tratado de impulsar la economía, aun cuando la mayor parte de Washington, por lo visto, se ha olvidado de los parados, o bien ha decidido que la mejor forma de corregir el desempleo es intensificar el sufrimiento de los desempleados. Se podría alegar —y yo lo haría— que el activismo de la Reserva Federal, aunque bienvenido, no es suficiente, y que debería estar haciendo todavía más. Pero, al menos, no ha perdido de vista lo verdaderamente importante.
Hasta ahora.
Últimamente, las autoridades de la Reserva han estado dando a entender manifiestamente que, en vez de hacer más, quieren hacer menos, que tienen ganas de empezar la “atenuación” y volver a la política monetaria normal. La impresión de que la Reserva Federal está cansada de esforzarse tanto se volvió todavía más fuerte la semana pasada, después de una rueda de prensa en la que Bernanke parecía bastante contento de recalcar el mensaje de una reducción inminente de los estímulos.
El problema es que, teniendo en cuenta el estado de la economía, esta es claramente la señal equivocada que enviar. Seguimos atravesando lo que equivale a una depresión de baja intensidad, y los desacertados mensajes de la Reserva reducen las posibilidades de que vayamos a salir de esa depresión en breve.
Lo primero que tenemos que entender es lo lejos que seguimos del pleno empleo cuatro años después del final oficial de la recesión de 2007-2009. Es verdad que la media ponderada del desempleo ha bajado, pero eso refleja principalmente un descenso en el número de personas que están buscando activamente empleo, en vez de un aumento en la disponibilidad de puestos de trabajo. Fíjense, por ejemplo, en la fracción de adultos en sus años más productivos (de 25 a 54) que tienen trabajo; la relación cayó del 80% al 75% durante la recesión, y desde entonces solo ha remontado hasta el 76%.
Teniendo en cuenta esta triste realidad —además de una inflación muy baja—, uno tiene que preguntarse por qué la Reserva Federal habla siquiera de reducir sus esfuerzos por el bien de la economía.
Aun así, no son más que palabras, ¿no? Bueno, sí, pero lo que la Reserva dice a menudo importa tanto o más que lo que hace. Esto es inherente a la relación entre lo que la Reserva controla más o menos directamente, es decir, los tipos de interés a corto plazo, y los tipos a largo plazo, que reflejan los tipos a corto plazo previstos y actuales. Incluso, si la Reserva no cambia de momento los tipos a corto plazo, las declaraciones que convencen a los inversores de que estos tipos empezarán a subir más bien pronto harán que los tipos a largo plazo aumenten, y como los tipos a largo plazo son los que importan principalmente para el gasto privado, esto debilitará el crecimiento y el empleo.
Como era de esperar, los tipos se han disparado desde que se empezó a hablar de atenuación. Hace dos meses, el tipo de interés de referencia para los bonos soberanos estadounidenses era solo del 1,7%, cercano a un mínimo histórico. Desde entonces, el tipo ha aumentado hasta el 2,4%, todavía bajo, según criterios normales, pero, como decía, esta no es una economía normal. Es posible que, como predice la Reserva, la recuperación económica prosiga y se refuerce, a pesar de ese aumento de los tipos. Pero es posible que no, y, en cualquier caso, unos tipos más altos seguramente significarán una recuperación más lenta de la que tendríamos si las autoridades de la Reserva no hubieran hablado tanto de atenuación.
No cabe duda de que las autoridades de la Reserva entienden todo esto. Entonces, ¿qué creen que están haciendo?
Una respuesta podría ser que la Reserva ha empezado discretamente a compartir la opinión de los escépticos que sostienen que sus políticas de dinero fácil están teniendo efectos secundarios perjudiciales, por ejemplo aumentar el riesgo de que se produzcan burbujas. Pero espero que eso no sea cierto, ya que cualquier daño que los tipos bajos puedan hacer es intrascendente si lo comparamos con el daño que infligirían unos tipos de interés más elevados y el consiguiente aumento del desempleo.
En cualquier caso, yo supongo que lo que está pasando realmente es un tanto diferente: los funcionarios de la Reserva, conscientemente o no, están respondiendo a las presiones políticas. A fin de cuentas, desde que la Reserva inició su política de estímulo monetario agresivo se ha enfrentado a duras acusaciones de la derecha de que está “devaluando” el dólar y preparando el terreno para una inflación alta, acusaciones de las que no se ha retractado, a pesar de que el dólar se ha mantenido fuerte, y la inflación, baja. Es difícil evitar la sospecha de que los funcionarios de la Reserva, hastiados por los ataques constantes, han estado buscando una razón para aflojar sus esfuerzos y han utilizado las noticias económicas ligeramente mejores como excusa.
Y a lo mejor se salen con la suya; es posible que la recuperación económica se consolide y todo vaya bien. Pero el aumento de los tipos de interés hace que ese desenlace feliz sea menos probable. Y ahora que todo el mundo sabe que la Reserva tiene ganas de aflojar la marcha, será difícil hacer que los tipos vuelvan a descender al nivel en el que estaban.
Es triste y deprimente, en ambos sentidos de la palabra. La razón fundamental por la que nuestra economía sigue deprimida después de todos estos años es que muchos responsables políticos han perdido el hilo y han olvidado que la creación de empleo era su misión más urgente. Hasta el momento, la Reserva era una excepción; pero ahora parece que se une al grupo. ¿Et tu, Ben?
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008.
© New York Times Service 2013.
Traducción de News Clips.
via Portada de Economía | EL PAÍS http://elpais.com/economia/2013/06/28/actualidad/1372421188_375744.html http://ifttt.com/images/no_image_card.png
No hay comentarios:
Publicar un comentario