Repartidos por Europa, desempeñando trabajos basura o haciéndose pasar por estudiantes extranjeros para no llamar la atención y pasar desapercibidos. Calculando el tiempo para la prescripción de sus delitos que les permita volver a casa sin causas pendientes. Esta es la cruda realidad de muchos etarras tres años después del cese definitivo de la violencia.
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