La caída agónica de Ana Mato ha echado por tierra una vez más la estrategia presidencial -del presidente Rajoy- de dejar que se pudran los problemas con la esperanza de que se arreglen solos. La peligrosa y cuestionable apuesta de mantener a capa y espada en el gobierno a una ministra muy dañada por los efectos colaterales del 'caso Gürtel', poniéndola por añadidura a hacer dolorosos recortes sobre la Sanidad, era un dislate que ha terminado de la única manera posible: con la penosa y traumática salida de la afectada en vísperas de un debate terminal sobre la corrupción.
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