El pasado 24 de diciembre, como aderezo a la cena de Nochebuena, los inversores tuvieron que digerir la radical caída del 16% que en solo tres semanas había experimentado el S&P 500, el índice que más sufrió en esa recta final del año. 2018 se despidió dejando en negativo a todas las carteras, incluidas las conservadoras, poco habituadas a perder. Y muchos inversores capitularon, temerosos de que las bolsas profundizasen sus descensos. Al huir del mercado se perdieron una recuperación casi tan abrupta como la caída.
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