El turista slow no frecuenta las playas de Benidorm o Sitges, es decir, masificadas; no consume comida basura, o sea, rápida, y tampoco pretende ver 15 iglesias o varias ciudades en un solo día. Piano, piano, vendría a ser, en román paladino, la filosofía que ampara el turismo lento, una tendencia que gana adeptos día a día.
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